Introducción

La comparecencia reciente de Jacinto Sosa Novelo, titular de la Agencia de Transporte de Yucatán (ATY), ante el Congreso local, evidenció mucho más que cifras en rojo o presupuestos desequilibrados. Fue, en realidad, el escenario en el que chocaron dos modelos de país, dos visiones antagónicas del transporte público, y dos proyectos de poder que disputan el alma de la política mexicana: el federalismo ineficiente, representado por el Tren Maya, y la gestión local con vocación de modernización, encarnada por el sistema Va y Ven.

Dos modelos, dos trayectorias

El Tren Maya, símbolo del megaproyecto centralista del actual régimen federal, acumula miles de millones de pesos en inversión, pero ofrece cifras que bordean el absurdo: subsidios superiores a 11,800 millones de pesos y una recaudación de apenas 135 millones. Su ocupación promedio no rebasa el 72% —y en tramos clave, como Cancún-Chetumal, se reporta por debajo del 40%—. En términos económicos, sociales y ecológicos, el Tren Maya se ha convertido en un caso paradigmático de inversión pública improductiva.

Contrastemos esto con el modelo yucateco. Va y Ven no solo incorporó unidades accesibles para personas con movilidad limitada y de la tercera edad —una deuda histórica en la movilidad mexicana—, sino que inició una reconfiguración completa del sistema: paraderos modernos, unidades nuevas, rutas integradas y señalética universal. Este rediseño no solo mejoró la movilidad, sino que devolvió dignidad a los usuarios. Porque el transporte público no es un privilegio del turista, sino un derecho urbano fundamental.

¿Quién paga por moverse? El falso dilema del subsidio

Sosa Novelo expuso con honestidad técnica la dimensión del reto: la ATY proyecta ingresos por 1,321 millones de pesos en 2025, pero gastos operativos que superan los 3,179 millones. Este déficit no es exclusivo de Yucatán. Todas las ciudades del mundo subsidian su transporte público, porque comprenden que es un servicio esencial. Desde Berlín hasta Ciudad de México, pasando por Medellín, Ámsterdam o Nueva York, ningún modelo económico serio deja el transporte urbano librado al mercado.

En CDMX, por ejemplo, el verdadero costo de un viaje en Metro ronda los 18 pesos, pero el usuario paga solo 5. Ese subsidio es una inversión en productividad, inclusión y movilidad social. Criticar al Va y Ven por requerir subsidios es ignorar las bases mismas del urbanismo moderno. Lo que debe exigirse es que el subsidio se traduzca en excelencia, no en precariedad.

El Tren Maya: infraestructura sin ciudadanía

El Tren Maya ha encarnado lo opuesto: un monumento al cemento que no dialoga con las necesidades reales de quienes viven en el sureste. Su trazado ha fragmentado ecosistemas, desplazado comunidades, y promovido una lógica extractivista bajo la fachada del desarrollo. No conecta pueblos, conecta polos turísticos. No moderniza el transporte regional: lo sustituye por una postal para visitantes. Su lógica es ajena al transporte como derecho, y cercana al espectáculo como propaganda.

Las finanzas del Tren Maya son indefendibles: su costo-beneficio es negativo, su retorno de inversión es improbable, y su impacto ambiental, irreversible. Mientras tanto, proyectos como el Va y Ven enfrentan recortes presupuestales y narrativas de desprestigio, alentadas desde el poder central.

La intención detrás del descrédito

La comparecencia de Sosa Novelo revela algo más profundo que un problema contable: revela una intención política. En México, cuando un servicio funciona bien pero no responde a la lógica clientelar del oficialismo, se le ahoga por presupuesto. Así ha ocurrido con hospitales comunitarios, universidades públicas, sistemas estatales de salud, y ahora, con el transporte de Yucatán.

Desde Palacio Nacional, se impulsa una narrativa que desacredita lo que no controla. El desprestigio del Va y Ven —impulsado sutilmente en medios aliados al régimen— busca justificar su desmantelamiento futuro. La estrategia es clara: permitir su deterioro, recortar recursos, y luego ofrecer una “solución federal”.

Lo que está en juego

Las opiniones ciudadanas reflejan con nitidez el valor social del sistema Va y Ven. Uno de los testimonios más elocuentes proviene del usuario identificado como ‘Taco de Kobe’, una persona con discapacidad que ha utilizado sus redes sociales para defender con firmeza el modelo de transporte inclusivo que representa Va y Ven. Su testimonio, que ha sido ampliamente compartido, no solo denuncia el abandono histórico de las personas con movilidad reducida, sino que reivindica este servicio como el primero en tratarlo como un ciudadano con derechos, y no como un estorbo urbano. La omisión del Director de la ATY, Jacinto Sosa Novelo, sobre esta dimensión humana del transporte público, exhibe una ceguera institucional: la incapacidad de leer lo esencial.

Pero el transporte no puede ser rehén de estrategias electorales. Lo que está en juego no es solo un sistema de movilidad, sino la calidad democrática del espacio urbano. En el Va y Ven, los ciudadanos encontraron más que una ruta: encontraron orden, accesibilidad, y trato digno. Lo que debe hacerse ahora es consolidar esa transformación con campañas cívicas permanentes, educación en el cuidado de unidades, y participación activa de usuarios.

Yucatán ha demostrado que se puede construir un sistema moderno con rostro humano. Lo que necesita no es propaganda, sino respaldo. Lo que merece no es desprestigio, sino continuidad.

Conclusión

Mientras el Tren Maya serpentea entre selvas devastadas y estaciones vacías, el Va y Ven recorre Mérida con sentido de propósito. Uno representa el delirio faraónico de un gobierno que no escucha; el otro, la voluntad concreta de una ciudadanía que exige futuro.

El verdadero tren del progreso no necesita rieles, necesita coherencia, visión y respeto por la gente que lo aborda todos los días para ir a trabajar, a estudiar, o a vivir.